La fascia superficial y la profunda
La fascia es un tejido conectivo que envuelve y conecta estructuras en el cuerpo, como músculos, órganos y vasos sanguíneos. Hay dos capas principales de fascia: la fascia superficial y la fascia profunda.
La fascia superficial se encuentra justo debajo de la piel y rodea todo el cuerpo, proporcionando soporte y protección a los tejidos subyacentes. Es una capa delgada pero resistente que se extiende desde la cabeza hasta los pies. Además de su función protectora, la fascia superficial también tiene un papel importante en la regulación de la temperatura corporal y en la transmisión de información sensorial.
Por otro lado, la fascia profunda se encuentra más internamente, rodeando y conectando estructuras más profundas, como los músculos, los huesos y los órganos. La fascia profunda es más densa y resistente que la fascia superficial y proporciona estabilidad y soporte estructural al cuerpo. También actúa como una red de comunicación y transporte, permitiendo la transmisión de fuerzas y la distribución equilibrada de la tensión entre las diferentes partes del cuerpo.
Tanto la fascia superficial como la fascia profunda desempeñan un papel crucial en la función y la salud del cuerpo. Cuando la fascia se vuelve tensa, acortada o con restricciones, puede causar dolor, limitaciones en el movimiento y disfunciones en el sistema musculoesquelético. Por esta razón, mantener la salud y el equilibrio de la fascia es fundamental para el bienestar general.
Existen diferentes técnicas y terapias, como el masaje miofascial, la liberación miofascial y la terapia craneosacral, que se centran en trabajar con la fascia para liberar tensiones, mejorar la movilidad y promover la salud y el bienestar en el cuerpo.
La fascia superficial y la profunda
Se puede decir que las fascias se encuentran en todo el cuerpo. Podemos diferenciarlas en dos capas de fascias principalmente: la fascia superficial y la profunda.
Estos dos componentes corporales tan importantes en este trabajo cráneo-sacral son los que se encargan de la interacción entre las tensiones locales y el conjunto de la compleja forma corporal.
Iremos observando y comprendiendo las sorprendentes conexiones existentes entre el tejido fascial y todo nuestro cuerpo físico e incluso nuestra estructura emocional y mental.
La fascia superficial
La fascia superficial es un sistema fibroso que envuelve todo el cuerpo por debajo de la piel, permitiendo la transmisión de tensiones a través de distintas partes del cuerpo sin que puedan ser descritas u observadas mediante un análisis de los elementos anatómicos. Se encuentra unida a la cara inferior de la piel y es un tejido fibro-elástico, tejido conjuntivo areolar y tejido adiposo de confección holgada. Aquí encontramos grasas y estructuras vasculares (incluyendo redes capilares y canales linfáticos) y estructuras nerviosas, en especial los corpúsculos de Paccini, que nos sirven de receptores cutáneos.
La piel puede desplazarse en todas las direcciones sobre las estructuras más profundas gracias al holgado diseño de la fascia superficial. Aquí hay espacio potencial para la acumulación de fluidos. Gran parte de la grasa de las personas con sobrepeso se almacena en esta fascia superficial.
Esta fascia cumple cuatro importantes funciones:
- Aquí se almacena agua y grasa.
- Protege frente a la perdida de calor, es aislante.
- Proporciona protección mecánica frente a los traumatismos.
- Constituye un camino por donde los nervios y vasos sanguíneos entran y salen de los músculos.
Las anormalidades palpatorias de la textura tisular no son más que el resultado de cambios en la fascia superficial. Esta fascia superficial nos envuelve como una película y puede tener un grosor diferente según el sitio donde se encuentre.
La fascia profunda
En un nivel más profundo nos encontramos con que las fascias envuelven y separan los huesos, los músculos, rodean y aíslan las vísceras y contribuyen de manera importante a la forma y función del cuerpo. Podemos llamar a estas fascias profundas, fascias individuales de tejido conjuntivo denso e irregular.
Esta fascia profunda mantiene a los músculos unidos separándolos en músculos funcionales. Esta fascia permite que los músculos se muevan libremente.
La capa más externa que rodea a cada uno de los músculos es el epimisio. El perimisio rodea a los haces musculares compuestas por 10 o más de 100 fibras musculares. Penetrando a cada fascículo y separando cada una de las fibras musculares de las demás se encuentra el endomisio.
El epimisio, el perimisio y el endomisio se continúan y proporcionan fibras de colágeno comunes al tejido conjuntivo, que une los músculos a otras estructuras, como los huesos u otros músculos. Estos tres elementos se pueden unir y extender más allá de fibras musculares formando un tendón, una cuerda de tejido conjuntivo denso que une los músculos al periostio del hueso. Algunos tendones disponen de una vaina tendinosa que permite que entre ellos se deslice con mayor facilidad. Cuando los elementos del tejido conjuntivo forman una capa ancha y plana el tendón recibe el nombre de aponeurosis. Esta estructura también se une al hueso, a los músculos o a la piel. Un ejemplo de aponeurosis es la epicraneal en la parte superior del cráneo.
El peritoneo, el pericardio y la pleura, son elementos especializados de las fascias profundas. Todos los órganos internos están envueltos en un tejido fascial que les protege y les da forma y sustentación. Esta fascia individual casi nunca termina exactamente donde el músculo o el órgano tiene su inserción o su origen, sino que en la mayoría de los casos continúa en otras fascias de otros músculos u otros órganos u otras partes del cuerpo. Este dato es muy relevante para la terapia cráneo-sacral.
Por eso los terapeutas de cráneo-sacral sabemos que liberando el movimiento respiratorio primario en una parte del cuerpo estamos ayudando y mejorando toda la función y estructura corporal.
Las fascias realizan la tarea de conectar, unir, vincular, separar, nutrir, soportar y deslizar. Sin embargo, el papel prioritario de las fascias es el de conectador: recogen la información de un tejido y la envían a otro, además de establecer conexiones con el sistema sensorial, emocional y mental. Otras de las principales funciones de las fascias son las de proteger y sostener.
Parece claro que todos los órganos internos están sostenidos por un tipo de tejido fascial (ligamentos) que evitan que estos órganos caigan y se descuelguen por el efecto de la gravedad. Recordemos que los ligamentos son fascias.
Las fascias dan soporte a los vasos sanguíneos y nervios de todo el cuerpo, hacen posible que tejidos adyacentes se muevan y rocen entre sí proporcionándoles estabilidad y contorno, y además es por el interior de este tejido donde circula el líquido cefalorraquídeo.
Todos los órganos y vísceras tienen su forma determinada de la energía Chi. Las fascias son acumuladores y distribuidores de la energía vital.
La buena circulación de la energía Chi por las fascias significa una buena simulación en todo el cuerpo. Las fascias sanas son sinónimo de energía beneficiosa, de flexibilidad e integridad estructural. Las fascias sanas parecen planchas tirantes de material delgado y resistente que ofrecen escudo protector flexible.
Somos una fascia grande. Nuestros nervios, músculos, capilares, huesos, etc. existen y pueden realizar sus funciones gracias al orden y conexión que permiten las fascias. Este sistema fascial mantiene al sistema nervioso en constante conexión con todo el organismo, es decir, ayuda junto con los nervios a que todo el organismo esté interrelacionado.
Las fascias proveen de líquido lubricante a las diferentes estructuras con el fin de permitir el movimiento y la nutrición de tejidos y órganos.
En los tendones y ligamentos las fascias presentan características distintas, aunque comparten con la fascia general elementos como el colágeno, fibras elásticas y otras sustancias celulares. En estos componentes especializados de las fascias existen mecanorreceptores y propiorreceptores que envían información a la médula espinal y al cerebro sobre las posiciones corporales y los diferentes movimientos que realizamos.
El tejido fascial también ayuda en la defensa del sistema inmunitario ante cualquier agresión, sea ésta por impacto, por disminución del aporte nutritivo o de oxígeno, por el aumento de gas carbónico y de desechos metabólicos, proliferación de microbios o por la irritación de los receptores nerviosos. En estos casos las fascias tienden a inflamarse, enrojecerse, crear calor y producir dolor. Aquí tiene lugar un proceso automático de reparación y cicatrización basado en mecanismos complejos en los que el tejido fascial o conjuntivo juega un papel muy importante gracias entre otros al LCR que circula en su interior.
Las fascias son tejidos de protección y unión que envuelven a todos y cada uno de los órganos de nuestro cuerpo. Hacen posible que nuestra piel, músculos, huesos, todos nuestros órganos y diferentes sistemas permanezcan unidos ofreciendo un escudo de protección y lubricación. Los libros de medicina enumeran más de 100 tipos diferentes de fascias.
Las fascias son estructuras de energía Chi a las que se puede fortalecer y conservar húmedas y flexibles cargándolas con grandes cantidades de energía. Son como finos conductos de energía que circulan por el cuerpo. Los canales y meridianos de energía de los órganos pasan por las fascias. Para mi entender las fascias son uno de los más importantes conductos físicos por donde la energía, el alma y el espíritu se mueven y habitan.
Cuando las fascias no tienen demasiada energía, se endurecen y vuelven frágiles. Cuando la persona pierde su energía o ésta no circula bien (como en el caso de una cicatriz), el cuerpo se endurece y los movimientos pueden resultar dolorosos y poco armónicos. Sabemos que en la mayoría de los casos de cicatrización el tejido dañado no recupera su suavidad ni calidad original. Lo que predomina en estos casos es el tejido fibroso responsable del aspecto rígido denominado fibrosis. Además, esta cicatrización va acompañada por adherencias responsables de diversas patologías como son irritaciones, espasmos o fallos energéticos en dicha zona producidos por la falta de comunicación eléctrica entre las células del tejido fascial y sus alrededores, así como el acortamiento de tejidos (una operación donde hay cicatriz siempre tendrá estos inconvenientes). Como ya hemos dicho, en el proceso de cicatrización se produce un acortamiento del tejido fascial que tiende a compensar dicho acortamiento ocasionando un exceso de tensión en zonas distales que posiblemente cause dolor o malestar en algún otro punto del cuerpo.
Vemos pues que a través de las cadenas musculares o fasciales estas cicatrices pueden producir molestias en otras partes del cuerpo.
De igual manera, cuando una persona recibe un impacto en la cabeza su sistema fascial intenta que el cerebro quede lo menos dañado mediante ajustes elásticos. Intenta protegerle amortiguando dicho impacto como si fuera un muelle, es decir, absorbiendo los impulsos del golpe y re-dirigiéndolo hacia zonas menos importantes.
Es como echar una piedra en un estanque: las ondas circulares que se forman tras el impacto de la piedra en el agua son simplemente un sistema de amortiguación.
Este impacto se transmite por las fascias de las suturas craneales externas, las fascias internas, las fascias longitudinales y transversales y por los envoltorios musculares del cuello.
Aunque es difícil percibir este principio en el tejido fascial, es cierto que tras un traumatismo existe un movimiento dinámico del tejido fascial o aponeurótico ya que funciona como sistema protector amortiguando el impacto.
Las fascias se caracterizan por su continuidad de una zona a otra, recubriendo completamente todos y cada uno de nuestros elementos corporales y llegando incluso a todas las células del organismo en un sistema complejo pero unificado y unitario.
Al hablar de fascias hablamos de diferentes tejidos que tienen la misma función. Dependiendo de dónde se ubique la fascia, de dónde esté el tejido de relleno, recibirá un nombre u otro.
El tejido aponeurótico, el envoltorio que se encuentra entre músculo y músculo, es una fascia.
El hueso tiene su propio envoltorio, el periostio, otra fascia que protege y nutre al hueso.
Una arteria tiene diferentes hojas o túnicas que la envuelven y cuya función es la de proteger y nutrir, pues bien, esto también forma parte del tejido fascial.
El abdomen tiene varias capas de fascias, en realidad allí es donde se encuentra la mayor concentración de fascias del cuerpo de ahí la necesidad de mantener sano y energetizado todo el abdomen. En técnicas orientales y en artes marciales mantienen esta zona, el punto Hara como el lugar donde almacenar la energía y donde sale el poder y fuerza descomunal que un practicante necesita sacar en un momento dado.
Mejorar nuestra energía equivale a mejorar nuestro sistema fascial, especialmente si tenemos en cuenta que las fascias son los distribuidores y almacenadores de la energía de nuestro cuerpo.
Las fascias sanas son como láminas tirantes de un material delgado y resistente que ofrece un escudo protector flexible. Fascias sanas son sinónimo de flexibilidad, de unidad estructural y de que disponemos de un cuerpo sano y vigoroso. Son ellas las responsables en gran medida de nuestro estado de salud y es ahora cuando nos estamos dando cuenta de la importancia de este tejido.
Como ya hemos dicho, la fascia posee una elasticidad y ésta le permite tanto mantener su forma como responder a la deformación. La deformación elástica es la capacidad de la fascia para recuperar su forma original cuando ha desaparecido la carga.
Sin embargo, aunque la fascia tiene la capacidad de dar de sí cuando se la somete a una carga de estiramiento constante, si esta carga es grande y se aplica durante un periodo de tiempo prolongado, la fascia puede no ser capaz de recobrar su tamaño y formas originales pudiendo dar lugar a una deformación plástica y pérdida de energía. A éste fenómeno se le llama histéresis.
Tras la relajación que se acompaña a esta nueva adaptación del tejido estirado, éste recibe un desgaste y posteriormente dispone de menor resistencia a una segunda aplicación de carga. Éste fenómeno es de importancia clínica para el terapeuta cuando se observan los efectos del tejido conectivo o fascial provocados por lesiones agudas, micro-traumatismos repetitivos o debido a una tensión constante.
Siguiendo el principio de “dañar lo menos posible a lo más importante” y gracias a la inherente tendencia a la salud, supervivencia y conservación del cuerpo, este tejido siempre intentará alejar el trauma físico de las zonas más importantes.